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El secreto para salvar el planeta está en este tronco de 3.700 años

Un feo y enredado tronco de casi 4.000 años tiene la clave para que los árboles no liberen al morir el carbono que almacenan en vida. Se trata de las bóvedas de madera. ¿Pero qué es eso?

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Crédito: Mark Sherwood, Universidad de Maryland

Lo que los árboles te dan, los árboles te lo quitan. Es bien conocida la importancia de los bosques para almacenar grandes cantidades de carbono. Extraen el CO2 de la atmósfera y lo utilizan para fabricar sus nutrientes y componentes vegetales, por lo que ya no puede actuar como gas de efecto invernadero. Esto es muy útil mientras que el árbol permanece con vida. Sin embargo, cuando muere, todo ese carbono vuelve a liberarse al ambiente a medida que se descompone. Hace tiempo que se sospecha que una técnica conocida como bóveda de madera podría ser la solución. Por eso, un equipo de científicos de la Universidad de Maryland se puso recientemente manos a la obra para comprobar si sería una buena idea. Lo que no sabían es que la respuesta les saltaría directamente a la cara. Casi literalmente.

Esa respuesta estaba encerrada en un tronco de árbol de 3.775 años de antigüedad. A pesar de llevar mucho tiempo muerto, no había perdido prácticamente nada del carbono en su interior. Había estado encerrado en una bóveda de madera, pero esta resultó ser aún más eficaz de lo que se esperaba.

Los autores de la investigación creen que someter los árboles muertos al mismo proceso al que se sometió este tronco de forma natural podría ser muy útil para combatir el cambio climático. No sería una solución única, pero sí podría sumarse como un arma más para el arsenal contra el calentamiento global. Una de las armas más poderosas, de hecho.

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Bóvedas de madera para enterrar los árboles

Se calcula que el 8% del carbono almacenado en los bosques se encuentra en árboles muertos. Además, estos árboles liberan alrededor del 115% del carbono que liberan los humanos. Más carbono que nosotros mismos. 

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Los árboles liberan el carbono a medida que se descomponen. Crédito: Kazuend (Unsplash)

Por eso, durante mucho tiempo se ha planteado la posibilidad de enterrar los árboles muertos para evitar que liberen el carbono a la atmósfera. Es lo que se conoce como una bóveda de madera. Pero hay un problema que estos científicos han ejemplificado en un comunicado hablando de ataúdes. A lo largo de la historia se han enterrado millones de ataúdes de madera, pero muchísimos no han llegado a nuestros días. Se han descompuesto y la madera ha liberado el carbono en su interior. Sería necesario que los árboles quedasen prácticamente momificados. ¿Pero cómo?

Una maravillosa casualidad

En 2013, un equipo de científicos de la Universidad de Maryland diseñó un experimento para estudiar la eficacia de las bóvedas de madera. El primer paso era realizar una gran zanja en la que se enterrarían restos de árboles muertos, para comprobar cómo se iban descomponiendo con el tiempo.

Una ventana al futuro

Pero hubo algo que lo cambió todo. Mientras cavaba la zanja, la pala excavadora se topó con un feo y enredado tronco. Al lanzarlo al exterior llamó la atención de los responsables del proyecto, que se encontraban visitando la excavación junto a tres ecologistas de la Universidad McGill. Estos identificaron que se trataba de un tronco de cedro rojo y que se encontraba en muy buenas condiciones.

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El tronco apareció por casualidad mientras excavaban la zanja. Crédito: Mark Sherwood, Universidad de Maryland.

Los análisis de sus anillos revelaron que tenía más de 3.700 años y la determinación de los niveles de carbono concluyó que solo había perdido un 5% del mismo en todo ese tiempo.

¿Qué había ocurrido?

Los autores de esta investigación creen que la clave de la conservación de este tronco estuvo en el material del suelo bajo el que lo encontraron. La excavación se realizó en unos terrenos arcillosos del área de Quebec, en Canadá. Estos materiales tienen una permeabilidad bastante baja. Eso les mantiene a salvo de agentes descomponedores, pero también del propio oxígeno. Si el tronco no se descompone, por muy muerto que esté, el carbono no se libera.

La buena noticia es que hay muchos terrenos disponibles con este tipo de materiales. Los autores del estudio, publicado en Science, han calculado que se podrían enterrar árboles suficientes para almacenar unas 10 gigatoneladas de CO2 al año. De este modo, se llegaría justamente a esa línea roja establecida en el acuerdo de París. Se podría evitar que la temperatura global ascendiera 1,5 ºC por encima de los niveles preindustriales. Visto lo visto y dada la situación en la que se encuentra el planeta, vale la pena intentarlo. 

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