Editorial

“Los Herederos del Poder» redes, favores y la traición a Yacuiba

Hay algo que parece haberse naturalizado en la política local «el poder no se gana, se hereda«. Ya no importa tanto el mérito ni el servicio a la gente, sino el grado de cercanía, el apellido, la pertenencia al círculo íntimo.

Cada vez que miramos el escenario político de Yacuiba, vemos rostros repetidos, apellidos que se heredan, entornos de confianza que se reciclan de institución en institución como si el poder fuera propiedad privada.
Ya no se trata solo de familias políticas, ahora también son amigos íntimos y socios de favores quienes se preparan como sucesores.

El poder dejó de ser un mandato ciudadano para convertirse en un negocio de continuidad: heredar cargos para protegerse de futuras fiscalizaciones, para garantizar que nadie revise lo que se hizo ni cuestione lo que se ocultó y que los intereses de siempre sigan intactos. Así nacen los falsos liderazgos, aquellos construidos no en la lucha por la gente, sino en la comodidad de los acuerdos de escritorio.

El poder, así entendido, se convierte en un seguro personal, se hereda para protegerse, para mantener redes de favores, para seguir manejando recursos y agilizando negocios al ritmo de las amistades.
Mientras tanto, los ciudadanos ven postergados sus sueños, atrapados en un sistema que premia la lealtad privada antes que el bien público.

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Aquí, el poder no se renueva «se recicla», es normal ver que como se dispone de los recursos públicos disfrazados como actos oficiales para posicionar nuevos colores y nuevas siglas que en realidad son la continuidad de los viejos esquemas. Bajo la apariencia de gestión, se ocultan maniobras políticas donde, de manera discrecional, se promociona a los herederos del poder, que se insertan en la retina colectiva sin que el pueblo advierta el verdadero propósito. A través de eventos, anuncios y campañas pagadas con el dinero de todos, se induce a la población a aceptar, sin resistencia, un mensaje político cuidadosamente diseñado para perpetuar a los mismos actores a través de herederos, utilizando la sugestión como arma y la manipulación como estrategia. Así, el administrador de turno no solo gasta los recursos del pueblo, los convierte en un instrumento de su propio beneficio, donde se mezcla gestión y propaganda.Todo orquestado para inflar figuras vacías, figuras diseñadas no para servir al pueblo, sino para servir a quienes los impulsan.

El apellido puede cambiar, pero la lógica del poder es la misma «no soltarlo jamás».

¿Y el pueblo?
Sumido en el olvido, en calles que se deterioran, en barrios que esperan obras que nunca llegan, en servicios básicos que no mejoran, en medio de elefantes blancos y amenazas recurrentes de cierre de programas.

Estamos normalizando esta realidad como si fuera indestructible, como si Yacuiba estuviera condenada a girar eternamente en el mismo círculo vicioso «pero podemos romperlo«. Yacuiba necesita romper esta rueda de favores, necesita líderes que lleguen para servir, no para perpetuar viejos intereses.

Dejemos de naturalizar lo inaceptable, sí se puede, sí podemos cambiar esta historia, solo depende de nosotros.

Abgda. Rosalva Romero Activista y Defensora de DDHH

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