Una prueba rápida. Unos minutos de espera eterna. Una línea positiva que lo cambia todo. Esta es la realidad silenciosa que vive cada vez más jóvenes en Tarija, donde el VIH avanza entre la desinformación y los tabúes. Una epidemia que crece en la sombra de una sociedad que se resiste a hablar

El VIH gana terreno en Tarija con los jóvenes
Advierten de los tabúes que matan





Linder Zenteno, era profesor de matemáticas, joven, activo, lleno de alegría en sus clases; pero llevaba días sintiendo una inquietud en el pecho, ese rumor de que algo “no estaba bien”. Salió del colegio, caminó sigiloso hasta el centro de salud, con las manos húmedas y el corazón apretado. Le pincharon el dedo para hacerle la prueba rápida de VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana). Esperó un par de minutos que parecieron eternos. Veía cómo la aguja marcaba el tiempo. El sudor le corría por la frente. Sentía que el mundo se le desmoronaba y cuando la línea se hizo positiva supo que su vida ya no sería la misma.
Así como Linder, muchos jóvenes en Tarija, al sur de Bolivia, viven hoy ese instante de quiebre: el descubrimiento que separa “antes” del “después”, cuando el VIH deja de ser una palabra ajena para convertirse en una realidad.
El rostro joven de una epidemia
El VIH ya no es una enfermedad lejana en Tarija. Según datos del Servicio Departamental de Salud (Sedes), en lo que va de 2025 se registraron 65 nuevos casos en el departamento. Lo alarmante no es solo la cifra, sino el perfil de los pacientes: la mayoría son adolescentes y jóvenes de entre 15 y 29 años, con una concentración particularmente marcada entre los 16 y 24 años.
“Es un dato alarmante, hemos visto un aumento de los contagios en jóvenes”, reconoce Carlos Romero, jefe del Programa de Enfermedades Infectocontagiosas del SEDES. El funcionario admite que el crecimiento responde a múltiples factores, como el que los jóvenes tienen acceso limitado a la información, la educación sexual sigue siendo tabú en muchas familias y colegios, y además de las limitaciones económicas. “Hacemos lo que podemos con lo poco que tenemos”, enfatiza.
El dato es preocupante porque revela un giro generacional de la epidemia. Romero menciona que si antes el VIH parecía concentrarse en adultos mayores de 30, hoy son los adolescentes quienes aparecen más vulnerables.
El informe del Sedes muestra que los casos recientes corresponden a jóvenes que aún cursan el colegio o que cursan la universidad.
Prevenir más allá del condón
Diego Cadena, educador que trabajó en programas como Vivo en Positivo, coincide en que las campañas se han quedado cortas: “No basta con repartir condones en un stand. Los jóvenes necesitan entender por qué es importante cuidar su salud sexual, qué riesgos enfrentan y qué derechos tienen. La prevención es también autoestima, proyecto de vida y acceso a información confiable”.
Pero más allá de la falta de recursos, la raíz del problema está en cómo se aborda la información. Hay jóvenes que tienen acceso a internet, que se informan y saben que es un riesgo serio, pero la otra mitad todavía tiene prejuicios, evita el tema y lo ve como algo superficial o pasajero y no tienen las herramientas para elaborar un criterio propio, asevera Cadena.
Transmisión En lo que va de la gestión 2025, se registraron 65 nuevos casos, 47 hombres y 18 mujeres. Hay tres casos por confirmar.
La brecha no solo está en el acceso a la información, sino en cómo se transmiten los mensajes. “Muchas campañas se siguen haciendo de manera expositiva, al viejo estilo: en colegios, universidades o cuarteles, llega alguien de afuera, da una charla y se va. No se abre un espacio real para conversar, preguntar sin tabúes ni prejuicios. La sexualidad tiene que hablarse así, con libertad, con confianza. Los jóvenes necesitan espacios seguros, no sermones”, advierte el educador.
Ese contraste, explica por qué, pese a los avances tecnológicos y el bombardeo de contenidos en redes sociales, la epidemia está creciendo entre los más jóvenes. El conocimiento superficial no alcanza para cambiar conductas de riesgo, sino que se necesita una educación sexual integral, constante y abierta, que no se limite al condón ni al miedo, sino que forme criterio y ayude a derribar prejuicios.
El rostro joven de la epidemia no solo muestra un número creciente de transmisiones. También refleja un vacío, el de una sociedad que aún no aprende a hablar con sus hijos sobre sexualidad, cuidado y respeto. Mientras ese silencio se mantenga, el virus seguirá encontrando terreno fértil en los más jóvenes.
En esa misma línea, Naimath Méndez, presidenta del Colectivo TLGB de Bolivia, recuerda que en 2024 lograron realizar una campaña nacional para promover la profilaxis preexposición (PrEP), un método que permite prevenir el VIH antes de la exposición. Sin embargo, la PrEP no está disponible en Bolivia. “Aun así, hablar de ella es importante, significa mostrar que el mundo avanza y que los jóvenes bolivianos merecen las mismas herramientas para protegerse”, señala.
La voz de la experiencia
Linder Zenteno, activista e integrante de REDBOL, sabe de primera mano lo que significa vivir con VIH. Su trabajo diario está marcado por la prevención y el acompañamiento, pero sobre todo por un principio que repite con insistencia: “Hay que mirar al joven más allá del diagnóstico, verlo en su contexto, en su vida cotidiana, en sus miedos y sus sueños”.
Explica que el estigma sigue siendo una de las principales barreras: “Muchos chicos no se hacen la prueba porque tienen miedo de lo que significa. El silencio pesa, el prejuicio en la familia, entre los amigos, incluso en los propios servicios de salud. Yo lo viví, y por eso insisto en que necesitamos educación integral en sexualidad y campañas que hablen en el lenguaje de los jóvenes”.
Desde su experiencia, identifica factores que rara vez aparecen en los reportes oficiales, la falta de espacios recreativos y educativos, el inicio temprano del consumo de alcohol, la migración de adolescentes a la ciudad sin redes de apoyo, y el acceso limitado a preservativos en barrios periféricos. “No se trata solo de políticas públicas, sino también de acompañamiento comunitario”, remarca.
Pero quizá su aporte más revelador está en el horizonte del tratamiento. Para Linder, no basta con diagnosticar, la verdadera tarea es acompañar a los jóvenes en la adherencia a la terapia. “El VIH no es una sentencia de muerte. Si uno se trata, puede tener una vida plena y normal. Eso es lo que hay que transmitirles a los chicos, esperanza, confianza y la certeza de que no están solos”, apunta.
Entre la indiferencia y la urgencia de la enfermedad
El panorama en Tarija revela un vacío preocupante, mientras las cifras crecen, los recursos son cada vez más limitados. No hay presupuesto suficiente desde la Gobernación, los reactivos para diagnóstico llegan a cuentagotas desde el Programa Nacional y la coordinación con organizaciones sociales es mínima, advierten activistas.
Así trabajan los equipos del Sedes, a pulmón, con lo poco que tienen, incluso sacando dinero de su bolsillo para imprimir afiches o entregar panfletos. Empero las acciones, aunque valiosas, son insuficientes. El año pasado se logró llegar con ferias de prevención a apenas cinco colegios. Pero en el municipio de Cercado existen 133 unidades educativas que concentran a más de 57 mil estudiantes, ¿alcanzaría una feria en cinco colegios para responder a la magnitud del problema?
La respuesta es evidente. El esfuerzo del programa no basta, y tampoco debería recaer solamente en él. La epidemia no golpea únicamente a poblaciones llamadas “vulnerables”; atraviesa a toda la juventud, a toda la sociedad.
Ya han pasado varios años desde que Linder recibió su diagnóstico, su salud mejoró, cumple con su tratamiento y es indetectable, construyó un proyecto de vida, está en pareja y encontró su propósito apoyando y acompañando a los demás. La historia de Linder y la de tantos jóvenes en Tarija nos recuerdan que el VIH no es un asunto de estadísticas, sino de personas. Y que cada diagnóstico es también una llamada de atención. Mientras el silencio, el estigma y la falta de políticas efectivas persistan, el rostro del VIH seguirá siendo cada vez más joven.
VIH y el SIDA: Conceptos básicos
¿Qué es el VIH y el SIDA?
VIH significa virus de inmunodeficiencia humana, causante de la infección del mismo nombre. El acrónimo “VIH” pueden referirse al virus y a la infección que causa. SIDA significa síndrome de inmunodeficiencia adquirida. El SIDA es la fase más avanzada de la infección por el VIH. El VIH ataca y destruye las células CD4 (linfocitos CD4) del sistema inmunitario que combaten las infecciones. La pérdida de linfocitos CD4 dificulta la lucha del cuerpo contra las infecciones y ciertas clases de cáncer.
¿Cómo se transmite el VIH?
El VIH se puede transmitir a través de fluidos corporales, como la sangre, el semen, el líquido preseminal, los fluidos vaginales, los fluidos rectales y la leche materna. El VIH se puede transmitir a través de estos fluidos de las siguientes maneras:
Sangre: Compartiendo jeringuillas o agujas para inyectar drogas o tatuajes; Siendo expuesto a la sangre de una persona con VIH accidentalmente por una jeringuilla
Semen: fluido preseminal, secreciones vaginales y secreciones rectales. Tener sexo vaginal o sexo anal.
¿Cuál es el tratamiento para el VIH?
El tratamiento antirretroviral (TAR) consiste en usar medicamentos para tratar la infección por el VIH. Las personas que reciben el TAR toman a diario una combinación de medicamentos contra el VIH (llamado un régimen de tratamiento contra el VIH) diariamente (pastillas) o por horario (inyecciones). En muchos casos, las medicinas orales pueden ser combinadas en una pastilla sola o una capsula envés de múltiples pastillas.
Este reportaje ha sido realizado en el marco del curso «Los DSDR en la agenda» de Católicas por el Derecho a Decidir.
El País